Una camisa blanca
Enfundada en una camisa blanca,
arropada por el suave tacto de algodón;
se planta en la puerta del aseo
y se mira,
intenta reconocerse en lo infinito
del espejo,
y se mira…
sólo ve el blanco de la camisa,
sólo siente el suave tacto del algodón.
A su olfato llega la caricia
del olor de su amante,
esa fragancia que eriza su piel.
Sin más ropa que el blanco
que cubre sus senos,
desliza sus manos
y acaricia su sexo.
Y se mira…
lo infinito se hace calor
y llama.
Él está abriendo la puerta.
Sus ojos negros
y sus labios rojos
iluminan la estancia.
Es como un amanecer
de reencarnación,
donde los amantes explorarán
sus cuerpos al son
de la luz de la nueva era.
®Toni Aznar
Derechos Reservados
Enero del 2015
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