Levanté las sábanas y ahí estabas,
sola y olvidada;
no te esperaba,
apareces en la nocturnidad
de un suspiro tan agotado como inútil.
Contigo llega la paz y el refugio
de unos brazos cansados,
pero siempre dispuestos a consolar esa dulce mirada
que atraviesa cielos y mares
para curar las viejas heridas.
No seré yo;
no,
serás tú,
la que me acompañe al umbral
de las luces soñadas.
©Toni Aznar
Derechos Reservados
12 de Mayo de 2018
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