Nació
en pleno auge de la revolución socialista, la revolución popular, sus vidas
eran instrumentos del partido para hacer florecer los ideales socialistas. La
individualidad era el cáncer de las sociedades capitalistas. Por eso en la Isla
el Estado te proporcionaba todo lo necesario para poder vivir “dignamente”.
En
ese preciso instante nació Lydia, en el seno de una familia humilde, humilde en
un Mundo dónde la humildad era padecer los males de la pobreza, necesidades e
incluso el hambre.
Un
habitáculo de adobe de unos veinte metros cuadrados escasos, sin adornos ni
florituras, tres camastros en medio de la única sala, camastros viejos y
molidos de soportar el peso de varias generaciones de Robles y Matas.
Para
ellos no hubo cambios significativos, vivían como vivieron sus abuelos y demás
ancestros desde la llegada de los españoles a la isla.
A
Lydia le sorprendió la vida mientras Isabel lavaba la ropa de rodillas en la
acequia, llegó de repente sin previo aviso, al igual que vivió el resto de toda
su vida.
Ese
treinta de marzo, Pedro Robles, padre de la criatura, trabajaba las tierras del
lago, tierras que años antes eran propiedad del terrateniente Don Maximiliano,
el hombre más rico e influyente de toda la Isla y ahora en manos del Estado,
las jornadas de trabajo eran las mismas, de sol a sol.
Avisaron
a Pedro y salió raudo y veloz como el rayo, cuando llegó, vió atónito y
perplejo aquel cuerpo más pequeño que un
grano de avena, esquifido, de color oscuro y una mata de pelo
inverosímil para un recién nacido. Isabel de cuarenta y cinco años y Pedro de
cincuenta y dos, cruzaron sus miradas sin mediar palabra alguna, ambos pensaron
lo mismo, el destino les ponía otra prueba más, sacar adelante el infortunio de
tener otra boca más que alimentar.
A
pesar de todos los pesares aquel grano de avena fue creciendo y haciendo más
viejos a los que la rodeaban, todos los inconvenientes de su llegada al mundo
forjaron a un ser extraordinariamente vivaz, ingenioso, y con una sensibilidad
fuera de lo común. La familia en pleno, daba día sí y día también gracias a
Dios ( con permiso del partido ) por el nacimiento de la niña y la
transformación de sus vidas.
Toni Aznar
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