las mil caras

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Dónde quedó mi libertad

En estos momentos hemos llegado al punto más alto en una de esas actividades que tanto gusta al espíritu humano como es la persecución al pobre suicida.
Hoy, cautivo y desarmado el ejército de los fumadores ya no nos queda ni un triste rincón donde ejercer nuestra infame práctica. Nunca antes se había visto una lucha tan voraz en proteger la salud ajena o en rebajar los gastos de la Sanidad pública. Acorralar al fumador es ahorrar en Seguridad Social, y siguiendo esta pauta marcada por los diferentes gobiernos, adivino que no tardará mucho en haber campañas contra los bebedores de carajillos y cervezas, los consumidores de grasas animales o simplemente a los que tomen el sol, que ahora se sabe que es una droga dura contra la piel humana.
Los fumadores lo tenemos crudo. Por el humo se sabe donde está el fuego y dónde está el criminal.
Así como nos controlan para que seamos baratos a la Seguridad Social, por nuestro bien, nadie controla a los que han provocado el agujero en la capa de ozono, a los que han contaminado vacas, pollos y cerdos, a los que han destruido selvas y bosques, a los que controlan las energías contaminantes, y a los que controlan la industria automovilística que no dan un solo paso hacia los transportes con energías alternativas y limpias..
Se protege a los fumadores pasivos, pero no a los millones de ciudadanos contaminados pasivos a cargo de la contaminación atmosférica, y es que estamos en manos de “vendedores de humo”, “teólogos de pacotilla” que lo único que buscan es su lucro propio y marginar al prójimo por sus posibles diferencias.
Toni Aznar